Ángel de mis sueños
Otra vez volviste a mis sueños anoche,
otra vez distante y algo recelosa
no franca y abierta como te recuerdo
sino controlada como te adivino
ahora que han pasado dos años de ausencia,
un siglo de insidias y maledicencias,
milenios de infamias, traiciones y engaños
y una eternidad de conjetura estéril.
Pero aquí estuviste – o allá, en el molino
borroso el lugar, como es frecuente en sueños
borrosa tu imagen, vagos tus contornos
¿cómo no han de serlo si, aunque esté durmiendo
la mente discierne que ha pasado el tiempo
pero no se atreve a retratarte clara
para no prestarte rasgos inventados?
A nadie conozco con más precisión
que a ti, niña mía, por haberte criado
por haberte visto crecer frente a mí
por haber cantado tu canción de cuna
por haber velado tu sueño voluble
por haber domado tus ojos ariscos
hasta que aprendieran a mirar de frente.
Porque, cuando infante, tu voz era el son
que iniciaba el día con llamado urgente
y, cuando más grande, tu cara radiante
todas las mañanas de luz me inundaba.
Porque por las noches leíamos juntos
y vi florecer tu amor por la lectura.
Porque hasta comprar el diario te antojaba
rito que los dos debíamos cumplir
y tú me esperabas contra la ventana
cuando algún recado me exigía ir solo.
Porque acompañabas mis expediciones
por el campo abierto y la orilla del río
lloviera o nevara, tú y yo siempre juntos,
tácitos aliados en esa contienda
que ya conflagraba todo nuestro entorno
nunca declarada, siempre combatida
de ella éramos parte sin estar conscientes,
como comprendimos cuando ya era tarde
y nos consumió su atroz apocalipsis.
Porque te gustaba estar conmigo siempre
y tu compañía fue el don más precioso
que me dio la vida por diez cortos años.
Porque me haces falta, y a diario te invoco
porque protegerte es mi razón de vida
y tu bienestar el norte de mi brújula,
porque a toda hora tus ojos azules
guían mi camino por estas tinieblas.
El mapa difuso de este viaje incierto
nunca es más preciso que cuando dibuja
tu rostro, hija mía; eso no se olvida.
Si algo nebulosa surges en mi sueño
no es porque te olvide; es porque respeto
– así de dormido como en la vigilia –
los años que pasan, tu vida, tus cambios,
la incógnita nueva que avanza y me elude
de tu ser actual, allá, en la lejanía.
Por eso agradezco que cuando apareces
en sueños como el de anoche, tan reales,
sepas ser tú, aunque no sé quién eres,
que sigas sabiendo mejor que yo supe,
como demostraste en nuestro año postrero,
sacar lo más bueno de un mundo imperfecto,
dar amor según la situación permita
perdonar falencias sin dejarte hundir.
Si una vez tú fuiste un ángel de metáfora
hoy lo eres del todo y en sentido exacto.
Lo mostraste anoche; lo muestras seguido
cuando manifiestas tu presencia grácil,
guardas tu distancia pero me acompañas
muy cerca de mí, ya parte de mi ser.
Sé que estás aquí, te siento, te conozco.
Quiera Dios que así también yo pueda estar
presente en alguna esfera en la que habitas,
ángel de mis sueños, en tu compañía.