Reflexiones sobre Ernesto Cavour
El 9 de abril recordamos otro aniversario del nacimiento del querido y admirado maestro del charango, Ernesto Cavour (1940-2022). Buena ocasión para formular algunas reflexiones.
Es engañosa la facilidad con la que transcurre el tiempo y parece que la vida y la música continúan con normalidad. Pero el hecho es que nada vuelve a ser normal después de la pérdida de alguien como Cavour. Su paso por la música en Bolivia marcó un punto de inflexión en el cual los fundamentos de cómo practicamos y conceptualizamos el charango dieron un giro drástico y definitivo.
El desarrollo de la técnica del charango es el campo en el que su aporte se hace más tangible. Extendió el registro del instrumento hacia abajo con la introducción de la cuerda Mi baja, abriendo una serie de posibilidades melódicas que hace décadas que damos por sentadas. Con Cavour el registro creció también hacia arriba gracias a su exploración intrépida de punteos y rasgueos en las zonas más altas del diapasón. Venció desafíos de agilidad nunca antes enfrentados en el instrumento y formuló retos nuevos. Demostró la versatilidad del charango al arreglar obras sinfónicas como la “Danza del sable” del ballet Spartacus de Khachaturian, ejecutándolas con precisión y variedad tonal nunca antes oídas en el instrumento. Extendió su paleta expresiva por medio de matices interpretativos y creando además nuevos colores y posibilidades técnicas como glissando, armónicos naturales y artificiales, sonidos percutidos y otros. Su personalidad juguetona unida a su virtuosismo técnico le permitió divertirse y divertir a su público con la producción de onomatopeyas de sonidos animales y de la naturaleza. La conjunción de su dominio interpretativo con su carisma escénico le permitió proyectar la presencia del charango como un instrumento solista ante el país y el mundo, llevando consigo la fuerza arrolladora del folclore andino que él recogió y transformó en algo más potente de lo que ya era.
Más allá del ámbito charanguístico, el legado creativo de Cavour abarca composiciones que hoy figuran entre lo más conocido y querido del repertorio nacional, como el incomparable Leño verde.
Su espíritu generoso le indujo a nutrir el talento de muchos músicos más jóvenes que él quienes hoy lo recuerdan como su maestro amado. Sabiendo sin duda que el alcance de su pedagogía debía trascender el contacto presencial con amigos y colegas, produjo y publicó libros y métodos de charango, de zampoña y de otros instrumentos cuya técnica exploró también a fondo. Estas publicaciones han servido para difundir el aprendizaje de los instrumentos bolivianos en países lejanos de Europa y Asia.
Testigos presenciales nos hablan con admiración de facetas del Cavour joven que hoy sólo podemos imaginar porque no han quedado documentadas fonográficamente. ¿Cómo habrá sido verlo y oírlo tocar el arpa o la guitarra flamenca, instrumentos que sabemos que llegó a dominar con maestría? Nos hablan también de su disciplina rigurosa de práctica diaria, regida por una claridad de objetivos descomunal para aquel muchacho imberbe que consumía sus horas perfeccionando digitaciones y rasgueos sin un profesor que lo orientara.
¿Dónde terminan estas reflexiones? Tal vez no puedan terminar en ninguna parte, porque el propio Cavour no termina, sino que fluye y desborda en múltiples direcciones. Su vida abarcó más de lo que abarcan la gran mayoría de las vidas. Llevo un buen rato escribiendo y no he llegado a tocar siquiera sus inventos, su labor de coleccionista, su Museo de Instrumentos Musicales, su liderazgo de la Peña Naira con todo lo que ella significó para la música boliviana. Cavour es un torrente incontenible que no termina en el día de su muerte ese 6 de agosto de 2022. Nos ha dejado mucho que procesar y comprender. Estamos lejos de haberle tomado la medida justa, de haber aquilatado a cabalidad la magnitud y el valor de una vida, una obra y un legado tan ricos y complejos. Eso, preveo, es un reto para una generación, no un solo individuo. Harán falta intelectos capaces de abarcar las diversas dimensiones del aporte de Cavour. Y harán falta espíritus dotados de la empatía y el desprendimiento de buscar no protagonismo personal, sino la exploración, comprensión y asimilación que necesitamos para procesar, apreciar y retrospectivamente merecer al gran boliviano que hemos tenido y hemos perdido.
Feliz cumpleaños, querido Maestro.